
Vacío y más vacío. Eso encuentro en todo lo que me rodea. Sólo encuentro un surco vacío para lo que la mayoría de mediocres llaman “vida”. Mi enfado con el mundo resurge como un ave fénix y lucha contra mi positividad hasta que este segundo se siente vencido, agotado y sucumbe ante la puta realidad.
Muchos se preguntan en este momento “¿Dónde está mi Dios?” Yo simplemente me pregunto en qué habré fallado o hasta qué punto habré sido víctima de las circunstancias o, más bien, víctima de mí misma.
He sido mi peor enemiga en un momento de no retorno y mi aliciente ha desaparecido. Tanto que contar y tan pocas palabras para hacerlo me ahogan en un mar seco, porque ni llorar me sale. Lo intento, pero no lo consigo.
Ésta soy yo, quien entusiasma pero defrauda, quien no consigue sus metas soberbias, quien acepta sin conformarse y luego se lamenta…quien escribe sobre la vida y en realidad no sabe vivir, quien da lecciones de vida y no tiene ni puta idea de cómo afrontar la suya, a quien debes hacer caso pero jamás tomar como ejemplo.
Me ronda por la cabeza volver a levantarme, volver a fingir esa fuerza, volver a esa farsa pero ya estoy harta de fingir. Es gracioso, cuántos años esa palabra ronda por mi mente…fingir, fingir, FINGIR…
Siempre me he dicho que soy algo más, que soy diferente, pero mis esfuerzos por ser distinta no me hacen original, más bien todo lo contrario, todos nos esforzamos por ser distintos, y algunos conseguimos convertirnos en encantadores de serpientes, pero es tan efímero…
Y si sólo fuera eso, si sólo fuese eso, si no fuese nada más incluso encontraría una nostalgia exquisita en la desdicha, pero no…la cosa no empieza ni acaba con esto…