Intento entenderme, lo procuro, lo busco y no hay forma. La muerte cobra cada vez más sentido al devolverme la esperanza de la huída, de desaparecer de un mundo hostil, extraño, raro
Sigo sin entenderme, también yo soy hostil, extraña, rara, cambiante, voluble…obviamente la gente enloquece a mi lado, en el peor y más bajo de los sentidos. Enloquecen cuando se dan cuenta de que han colocado todas sus expectativas en un farsa, en algo que no es real, que no tiene vida propia, a quien realmente no pueden conocer ya que ¿Cómo voy a darme a conocer si no me conozco?
Me siento inmersa en un elenco oscuro, donde la materia gris de mi cerebro se ha apropiado de mi mielina, impidiendo mis conexiones neuronales para dejarme pensar con claridad, donde únicamente quedan surcos vacíos de lo un día pudo parecer una mente prometedora, hábil, con destreza.
Me voy perdiendo por momentos y todavía no hay un antídoto para esta locura, si lo hubiera, ya lo tendría en mis manos. Me pregunto qué será de mí en el futuro, del que hablo con frecuencia pero al que miro a los ojos pocas veces, por miedo ¿Estaré sola? ¿Estaré con mi amor? ¿Tendré un amor o simple y llanamente un compañero de vida? ¿Tendré descendencia?
Se me ocurren cientos de preguntas cuyas respuestas son inquietantes, qué digo respuestas en plural, cuando sólo hay una: NO LO SÉ. La paciencia ante la incertidumbre nunca ha sido mi fuerte , supongo que por ese motivo mi impulsividad ha crecido todos los días, y yo he ido alimentando al monstruo que ahora me devora.
Está claro, esto no puede durar, debo despedirme y no hay más que una salida. Debo mirar a la muerte a los ojos, abrazarla, follármela, dejarme invadir por donde ella quiera, permitir que desgarre mi garganta, mi vagina, que me muerda, me arañe e incluso me haga poner de rodillas si hace falta. Tengo que ser su esclava, únicamente lo conseguiré siendo su esclava, porque sin voluntad puedo ser capaz, de hecho ¿Para qué sirve una libertad mal gestionada, con la que no sabes qué hacer?
Ahora queda buscar el método, nada de escenas dantescas, nada de espectáculo, quiero irme con la dignidad con la que no he estado, pero tengo que pensar, la vida no es una novela de Shakespeare donde un fiel boticario me proporcionará una droga mortal. La puta vida es otra cosa.
Miro a mi alrededor, buscando respuesta y todas las que hallo me producen pánico, he de admitir que le temo al dolor. Por otro lado, quizás fuese el dolor la única forma de entender antes de morir que aún quedaba algo de vida en mi cuerpo. Sí, posiblemente el dolor me haría sentir algo, lo que sea, que ya es más de lo que siento ahora.
Me miro en el espejo y pienso en algo que me agrade. La comida, el sexo, las drogas y en definitiva todos los placeres mundanos. El sexo podría ser una buena elección pero ¿Cómo morir follando? Lo único que se me ocurre es…¡Sí, ya lo tengo! La muerte por asfixia. Bien conocido es que la asfixia llega a provocar una relativamente rápida dependencia para alcanzar el orgasmo, que si se hace en repetidas ocasiones ya no puedes correrte sin sentir que te ahogas. Definitivamente es la mejor opción, morir con un orgasmo.
Busco clubs liberales, lugares donde encontrar sexo agresivo, la red parece poco fiable para mi propósito y finalmente, decido buscar ayuda en mi amiga Eva, una golfa alocada a quien le gusta experimentar con casi todo, una mujer escandalosa y perversamente pura. Le explico que ardo en deseos de experimentar nuevas sensaciones y he pensado en el sadomasoquismo como nuevo deleite. Está encantada de explicarme las maravillas de encontrar el punto de intersección entre el placer y el dolor y finalmente accede a conseguirme una invitación (es clienta vip de los mejores antros de la ciudad).Por supuesto, no conoce mi objetivo.
Quiero engancharme a la asfixia como una drogadicta, para que mi muerte me haga gozar como una nunca cuando me den mi dosis después de pasar un terrible síndrome de abstinencia, de modo que tendré que acudir varias veces. La primera iremos juntas, mi ángel de la muerte y yo. Quedamos en su casa ¡Madre mía, está espectacular! “Voy a tunearte nena”, me dice. Yo asiento sonriendo y me siento, me dejo hacer. Eva me tunea por fuera, con sombras oscuras en los ojos y carmín en mi boca. Me viste con un mono de látex con “fáciles aberturas” y unas botas que estilizan mi figura. Por dentro nos tuneamos con éxtasis. La noche promete.
Llegamos al local, la clandestinidad me excita y el éxtasis también. Me gustan las personas con antifaces, tienen un aire misterioso, macabro, impetuoso. Aparecen dos mujeres que sonríen a Eva y a continuación ella sonríe y asiente ¿Era un permiso o algo así? Cada una me agarra una mano para después colocar las manos detrás de mi espalda y ponerme contra la pared. Una de ellas me pregunta:
-¿Qué buscas? ¿Sumisión? ¿A qué nivel?-Pregunta mientras ha abierto cremalleras algunas cremalleras de mi mono de látex y me acaricia suavemente el cuello-
-Quiero iniciarme asfixiándome mientras alcanzo el orgasmo, quiero ir adentrándome poco a poco, disfrutarlo.
-Está bien, de modo que eres sumisa. Hoy te iniciaremos. Bienvenida…-dice mientras me da una fuerte palmada en el culo-
Sigo de espaldas, mientras me colocan algo en la boca que me impide hablar, la chica que me hablaba me acaricia todo el cuerpo, de forma que me estremezco. La última cremallera que queda por desabrochar es una gran redonda en el pubis, toda mi vagina y mi trasero quedarían descubiertas. Y la desabrocha. Acto seguido empiezo a ser embestida, supongo que se habrá puesto un arnés para follare, pero no. Cuando me doy la vuelta encuentro a un hombre con máscara, fuerte, muy fuerte. Me engancha del cuello y empiezo a sentirme mareada, supongo que la falta de oxígeno mezclada con el éxtasis dan ese resultado. No es desagradable, incluso podría decir que me gusta.
Empiezo a sentirme débil y el hecho me provoca un paradógico placer. Sé que quería esperar, pero no puedo prolongarlo, quiero que sea ahora. Finjo fuerza con la destreza de una gran actriz, sé que si sigue asfixiándome no lo soportaré ya que, a juzgar por cómo maneja su fuerza (excesivamente) es un aficionado que puede fallar en cualquier momento, en MI MOMENTO.
Él sigue detrás de mí, penetrándome con la intensidad de una taladradora y cuando veo que son óptimas las fuerzas puedo fingir para pronunciar palabra, me giro, le lanzo una mirada desafiante y le digo “¡Más, jódeme más, ahógame más! Y así lo hace mi segundo ángel. El éxtasis vuelve a subir a mi cabeza, se me nubla la vista, sonrío. Eva me mira, confusa, no sabe si me gusta y yo la miro sonriendo y le levanto el pulgar, la quiero, ella lo sabe, yo lo sé. Cuando soy consciente de que voy a echar mi último aliento siento estallar mi clítoris, me corro…y ya no veo nada más. Todo queda en paz. Me voy, no sé dónde, pero me voy.