martes, 25 de octubre de 2011

LO QUE GOLFA ESCRIBE EN HORAS DE TRABAJO






Estoy aburrido de escribir sobre sexo, hoy escribiré sobre sesos. Recuerdo cuando mi madre me decía “¡Come sesitos hijo de puta!”. Y total, cinco años comiendo sesos para esta mierda de cabeza.
Bien pensado, me gustaba más el hígado. Por lo menos hubiera tenido menos puntos para agarrar una cirrosis de caballo, debido a los lingotazos de whisky (del barato) que me arreo todas las noches para poder escribir bazofia como la que lees ahora.
Le doy vueltas a qué hubiera pensado mi madre si le hubiera dicho “Mamá ¿Sabes que tu hijo es un alcohólico que con cuarenta años padecerá cirrosis?
 Seguramente en vez de darme tantos sesos hubiera hecho hucha para ese jodido trasplante de hígado que llevo esperando más de tres años.
Y es que la vida es así de dura, Dios da pan a quien no tiene dientes y luego te viene la gente diciéndote “Que te quiten lo bailao” Y la cuestión es que encima no sé ni bailar. Recuerdo cuando hice aquel curso de bailes de salón, iba muy emocionado pensando que iba a salir hecho un Fred Aster, con una rubiaca impresionante colgando del brazo, pero la vida es así de perra. Fui sin pareja al evento y claro, os podéis imaginar. Una cincuentona cachonda a lo Madonna sin tanto ejercicio en el cuerpo, corrió hacia mí con los ojos fuera de las órbitas ,como si le fuera la vida en ello. Y yo, que soy hombre de pocas palabras (y encima borracho) dije: “Bueno, es rubia y colgará bastante de mi brazo, aunque sea a causa de sus veinte kilos de sobrepeso”.
Queridos amigos, os doy un consejo, si alguna vez tenéis un hijo, matadlo antes de que lo mate el alcohol.                              
Con la grata colaboración de Golfa

jueves, 13 de octubre de 2011

A NALA, EN EL RECUERD0

Se me hace raro pensar que no podré volver a verte. Es como si los seres queridos siempre estuvieran disponibles para ti, eternamente, inamovibles, hasta que un buen día las cosas cambian, sus cuerpecitos no responden y deciden irse. En ese momento piensas "¿Y qué coño pasa conmigo?"
Recuerdo la primera vez que te trajeron a casa, habían prometido traer una manada de cachorros, y te trajeron a ti, con un año. Cuando le pregunté a ese caradura dónde estaban los cachorros me dijo que ya los había regalado, y que "Ésta era la madre". Él tenía que mudarse, tenía que volver a casa de sus padres, donde no le permitían conservarte y sus palabras fueron muy claras: "Si no te la quedas ,le pondré una inyección".
Me mirabas y decidí dejarte en mi casa hasta que te encontrase otro lugar, me seguías por todas partes, no parabas de mirarme y paulatinamente fui acostumbrándome a ti, aunque seguía con mi idea de buscarte otro hogar. Y bien, el día llegó. Apareció una chica simpatiquísima muy interesada en ti. Tú la mirabas detrás de mí, no le hacías cara de buenos amigos y cuando agarró la correa para llevarte con ella empezaste a llorar.
Pasaron dos minutos desde que te habías marchado y el corazón me dio un vuelco, no sabía por qué pero aquello no podía ser, se llevaban una parte de mí, y dejaban una parte de ti en mi casa. Tú y yo no teníamos que separarnos ¿Verdad muñeca? Recuerdo que bajé las escaleras como un rayo y la chica que te había llevado con ella debió tomarme por loca cuando  le dije "Mira, lo siento pero no puedo, no te la puedes llevar". Me puso de vuelta y media (con razón) y se largó furiosa, pero nos dio igual. Acto seguido, dimos nuestro primer "paseo relajante-antiestrés".
A partir de ahí... cuántas cosas, alegrías, penas, pérdida de casa, rupturas, paseos, mimos, colegueo y puro amor.
Recuerdo como si fuera ayer cuando me separé y tenía que mudarme. No tenía dónde ir y no podía volver a casa de mi madre contigo ¡Por Dios, una Pit bull! Entonces arrendé un piso  de poco más de 30 metros, absolutamente deprimente y allí estuvimos juntitas las dos hasta que pude comprar una casa, donde pasamos muchos momentos felices.
Recuerdo tantas cosas, tantas. Como decía Cristina hoy, has  sido una gran amiga, una compañera, un apoyo y te has ido en mis brazos pequeña mía.
Muchos quisieran un final así, con caricias, calmantes para no sufrir, tener al lado a la persona en quien más confías. Tu mirada relajada y tranquila esperando el descanso, me llenaba de paz, tu corazoncito latiendo pausado me ayudaba. Hasta el último momento fuiste valiente, tranquila y te doy las gracias por ello…gracias por calmar mis lloros con tu paz. 
Muchos dicen que un perro no es más que un perro, qué pena me dan. Yo te recordaré como una de mis mejores amigas y si algo más puedo ofrecerte a estas alturas es el recuerdo, ya no por el hecho de que no pueda olvidarte, es que no quiero. Valió la pena conocerte Nala.