
Te pienso en una noche en que no parece existir nada más. Te recuerdo, y tu recuerdo me calma y me excita a la vez, me gusta, me atrapa, me distrae, me satisface…Me todo.
Mis dudas son patentes , pero quién sabe , puede que algún día estén en tus manos, mientras las mías sujeten tus penas. Puede que también algún día, en algún lugar estemos juntos, aunque no será pronto…sigo pensando que no encajas en mi vida, al menos tal como la he concebido hasta ahora.
Cuando pienso en cómo hemos llegado el uno al otro, me vienen a la mente ideas que tampoco encajan con las mías. Soy una especie de pseudocientífica pensando en términos metafísicos...¿Hay alguna intención cósmica que subyace a nuestras vidas? Si así fuera, una cosa es cierta: si bien el universo no es lógico, al menos tiene un gran sentido del humor.
Has estado ahí, pero no como cualquier persona a quien conoces por azar; has estado literalmente ahí (relativamente cerca de mi vida) durante todo este tiempo. Sólo que, para ser franca, tu apellido sonaba tan amenazante como para un Capuleto un Montesco.
Me gusta casi tanto como me desconcierta…he de admitir que necesitaba un soplo de aire fresco, se podría decir que no he sabido lo que buscaba, y ahora sé que no es algo fabricado en serie.
Me sorprende pensar en cuántas cosas cuadran y descuadran, las cosas que pierden y ganan importancia. Las habilidades, los conocimientos, el carácter, el saber hacer…¿Son en realidad las cosas superficiales que en realidad importan? Hay algo que nadie me ha enseñado hasta ahora: A ir despacio.
De repente estoy en un restaurante, unos chillidos estridentes de unos críos llorando me ponen de mala leche. Mis iguales, los hasta ahora “aceptables” hubieran alimentado esa mala leche, y yo hubiera podido valorarlo, sintiéndome comprendida en contra de la mala educación actual, del mal papel que ejercen los padres del niño…Sí, y el resto de la tarde se podría haber convertido en un debate político. Pero no. Tú lo encuentras algo divertido e intentas hacerme entender que sólo son críos, justo antes de contarme cómo tu padre te daba lecciones y te examinaba sobre tus conocimientos de educación vial, justo cuando noté lo entrañable que te resultaba tu propio recuerdo.
Me enseñas a ir despacio al ser tú, al mostrarte como eres, al no intentar ser perfecto, al admitir tus debilidades, al no intentar aparentar lo que no eres, y al no andarte con un montón de gilipolleces que detesto.
Para acabar con las gilipolleces impropias de este rincón (por las cuales pido perdón a los lectores. Juro que será la última) he de admitir algo indigno: Estoy escuchando “Canción sin emoción”, la cual me echará una mano en los siguientes párrafos (denigrante, lo sé).
Sé que te gustaría que etiquetase estas emociones con un “te quiero” pero…¿Qué le digo yo a mi alma si mi canción no está terminada? Desde mi posible incapacidad no hay palabras que describan las emociones nuevas de una forma exacta. Hubiera sido tentador mostrarme de otra forma o, lo que es para mi entender “venderme” un poco mejor. Algo así como haberme auto otorgado la categoría de una mujer emocionalmente estable, o intentar disfrazar mi inestabilidad bajo una especie de persona súper especial. Todo para explicar que soy una golfa, sin más, que puedo llegar a ser como esos hombres de quienes se quejan el 90% de las mujeres. O lo que es peor, algo así como intentar emborracharte con palabras bellas y esclavas que me hiciesen parecer a tu entender interesante y ofrecerte un aspecto de espontánea a todas horas…Sí, posiblemente podría haber hecho más. Pero esa, lamentablemente, no sería yo.
Posiblemente si tuviera dotes artísticos sobre el amor podría haber escrito algo más completo, pero ambos sabemos dónde están mis límites, yo encuentro auténtica belleza en el sexo, en las miradas, en los gemidos. Tiene gracia, al final no somos dan diferentes equiparándolo a una religión.
Yendo despacio…cauta y…en definitiva, a mi manera, responderé a todos quienes me preguntan a dónde me dirige todo esto o a quienes me hablan de monopolios: ¡Y yo qué coño sé!