
Estoy aburrido de escribir sobre sexo, hoy escribiré sobre sesos. Recuerdo cuando mi madre me decía “¡Come sesitos hijo de puta!”. Y total, cinco años comiendo sesos para esta mierda de cabeza.
Bien pensado, me gustaba más el hígado. Por lo menos hubiera tenido menos puntos para agarrar una cirrosis de caballo, debido a los lingotazos de whisky (del barato) que me arreo todas las noches para poder escribir bazofia como la que lees ahora.
Le doy vueltas a qué hubiera pensado mi madre si le hubiera dicho “Mamá ¿Sabes que tu hijo es un alcohólico que con cuarenta años padecerá cirrosis?
Seguramente en vez de darme tantos sesos hubiera hecho hucha para ese jodido trasplante de hígado que llevo esperando más de tres años.
Seguramente en vez de darme tantos sesos hubiera hecho hucha para ese jodido trasplante de hígado que llevo esperando más de tres años.
Y es que la vida es así de dura, Dios da pan a quien no tiene dientes y luego te viene la gente diciéndote “Que te quiten lo bailao” Y la cuestión es que encima no sé ni bailar. Recuerdo cuando hice aquel curso de bailes de salón, iba muy emocionado pensando que iba a salir hecho un Fred Aster, con una rubiaca impresionante colgando del brazo, pero la vida es así de perra. Fui sin pareja al evento y claro, os podéis imaginar. Una cincuentona cachonda a lo Madonna sin tanto ejercicio en el cuerpo, corrió hacia mí con los ojos fuera de las órbitas ,como si le fuera la vida en ello. Y yo, que soy hombre de pocas palabras (y encima borracho) dije: “Bueno, es rubia y colgará bastante de mi brazo, aunque sea a causa de sus veinte kilos de sobrepeso”.
Queridos amigos, os doy un consejo, si alguna vez tenéis un hijo, matadlo antes de que lo mate el alcohol.
Con la grata colaboración de Golfa